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Luis Ricci Jara (Arqueología, UNMSM)
El estudio de la prehistoria en la provincia de Canta ha contado con destacables trabajos sobre los restos arqueológicos que resisten al paso del tiempo y al olvido.
Para quienes el pasado milenario es el objeto de su visita, Cantamarca es el principal destino. Este sitio arqueológico, ubicado a 5 kilómetros de la actual ciudad de Canta, fue reportado inicialmente por el monseñor Pedro E. Villar Córdova por los años treinta del siglo pasado. En su descripción se pudo conocer mejor sobre su distribución arquitectónica y la caracterización de sus componentes. Según este investigador, los Canta prehispánicos habrían pertenecido a una etnia mayor, los Atavillos, quienes tendrían filiación aymara; reflejado en el nombre de “Canta-marca”, cuyo significado, según este autor, sería: “cazadores de vicuña” o “que ponen el lazo a las vicuñas”. Además, deja para la posteridad un punto clave para el debate sobre la cultura canteña, la caracterización de los llamados “Kullpis” (Foto 1), tal como los llamaban los pobladores durante su visita a Canta. Estas construcciones, según la descripción brindada, se asemejan a las Chullpas, por tener la forma de “torrecillas cilíndricas de poca altura, con una techumbre o corniza [sic] de piedras planas y una sola puerta pequeña”; y, además, de haber cumplido la función de habitación-tumba.
Desde
los años noventa el arqueólogo Carlos Farfán (2000) ha encabezado las
principales investigaciones dirigidas a esclarecer la prehistoria de Canta. El registro
llevado a cabo sobre los sitios arqueológicos para el valle del Chillón,
incluyendo la quebrada de Arahuay, le permitió plantear que, como él lo llama,
el “curacazgo de Canta” habría dominado en la margen izquierda del valle alto,
lo que comprende actualmente los distritos de Canta, Lachaqui, Arahuay, Santa
Rosa de Quives y parte de Huaros; mientras que la otra margen estaría relacionada
a la etnia de Atavillos, cuyo centro se encontraba en el valle Chancay, hacia
el norte de Canta. Los principales sitios arqueológicos como Cantamarca,
Carcas, Cushpa, Huachosmarca, Quecamarca, Tunshuillaca, Huishco, Aynas,
Pumacoto, Auquimallqui, Tauripuncu, Purumarca, entre otros, habrían sido
construidos y habitados luego de los años 1000 d.C., pasando por 1470 d.C.,
cuando llegan los Inkas al valle, y abandonados los asentamientos luego de
1570, durante el gobierno del virrey Francisco Toledo. Para Cantamarca, Carlos
Farfán propone que la ocupación por los Inkas implicó ciertos cambios en su
configuración, como la construcción de algunos recintos rectangulares, la incorporación de hornacinas y vanos de
acceso con forma trapezoidal (Foto 2), entierros acompañados de cerámica de
filiación Inka, y la edificación de 26 qollqas
(almacenes) sobre una la explanada. Se plantea que la dominación de los Inkas
sobre los Canta fue pacífica, siendo Cantamarca su centro de administración,
permitiéndosele así integrar el valle.
En
los últimos años la provincia de Canta ha recibido a sendos investigadores,
nacionales y extranjeros, que buscan comprender su prehistoria. El arqueólogo
norteamericano Dr. Tom Dillehay (1976) enfocó su estudio en el sitio arqueológico
de Huancayo Alto (Yangas) para comprender el tipo de relaciones que habrían
entablado los grupos costeños y serranos antes y después la conquista Inka. También
se le sumó Dra. Kathleen Sykes (1990), quien trabajó en Carcas (Canta) afinando
el registro arquitectónico y emplazamiento de aquel asentamiento, además de elaborar
el plano de las ruinas de Urcomarca (Carhua). El reconocido arquitecto Dr. Ferruccio
Marussi Castellan (1994) ha realizado la descripción técnica del sitio
arqueológico de Tunshuillca (Arahuay), caracterizado por la presencia de
construcciones rectangulares. El registro más amplio para la provincia de Canta
ha sido elaborado por arqueólogo Dr. Jorge Silva (1996), quien incluyó en su
estudio las terrazas abandonadas ubicadas en el valle Chillón y Arahuay. Entre
los más recientes aportes tenemos las excavaciones realizadas por Carlos Farfán
(2008) en Tauripunku (San Buenaventura) donde también se reportaron cerámica
asociada a la presencia Inka. Las ruinas de Huanchosmarca (Viscas) han sido estudiadas
por el arqueólogo Milton Luján (2010) donde se encuentran todavía
construcciones de dos plantas y las típicas cámaras superpuestas.
Además
de las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en el valle Chillón, otro
aporte igual de relevante ha sido posible mediante el estudio de fuentes
históricas, en este caso, de documentos que recogen entrevistas y visitas
realizados por españoles a los antiguos pobladores en los primeros años de la
conquista, una recopilación de historias locales por parte de sus propios
protagonistas, un estudio etnohistórico. El principal trabajo de esta
naturaleza realizado en Canta lo emprendió la recientemente fallecida investigadora
María Rostworowski, quien analizó dos documentos importantes.
El
primero, llamado “Justicia 413”, recuperado en el Archivo General de Indias de
Sevilla; describe las relaciones tirantes entre los yungas, grupos étnicos de
la costa, especialmente los Colli, y los serranos, los Canta, antes de la
llegada de los Inka. Este escrito se origina por la disputa entre los Canta y
Chaclla por la posesión de unas tierras destinadas al cultivo de coca, en lo
que actualmente es Santa Rosa de Quives, originado durante la conquista Inka del
valle Chillón al instalarse una población foránea en calidad de mitmas (procedentes de San Eulalia,
Huarochirí). Este juicio, que se
inició en 1550 y terminó en 1570, favoreció a los Chaclla al entregárseles las disputadas
tierras de Quivi por el pago de “ovejas” (llamas) a los Canta. El segundo documento,
“Visitas a la encomienda de Canta” realizados en 1549 y 1553. En esa última
fecha, se tiene una mejor descripción de los pueblos que los visitadores reportaron
durante su recorrido. En esta visita se contaron siete parcialidades con sus
respectivos pueblos: La parcialidad de Canta con sus cuatro pueblos (Carcas,
Causso, Racas y Yaso); la segunda parcialidad, Locha, con sus pueblos Lococha,
Pynchianco, Ayas y Urco. Las siguientes parcialidades coincidían con el nombre
de sus pueblos: Carua, Visca, Lachaque y Copa. La última parcialidad,
Esquibamba conformado por dos pueblos, Guancar Calla y Quiso. Además se
reportaron pequeñas aldeas asociadas a las actividades a las que se dedicaban.
Los asentamientos artesanales: Pariamarca (ropa cumbi), Caruacayan (ovejeros),
Achin (cerámica), Cancha Cancha y Aragaco (ojotas), Chacalla (pajareros),
Choccha Calla y Cato (despoblados para 1549). Entre los poblados dedicados al
cultivo: Apio chacara, Mallo chacara, Yaca chacara, Quivi chacara, Guaro
chacara, Copi y Cazmo.
Este
panorama brindado por los estudios precedentes generó la inquietud de conocer
otros lugares donde la historia espera todavía que sea contada, impulsando la
visita de los restos arqueológicos que se hallan cercanos a la comunidad de
Pariamarca. En este reconocimiento preliminar se pudo identificar cuatro sitios
arqueológicos, además de construcciones aisladas o los restos de estos,
perjudicados por la acción del hombre y la naturaleza.
El
primer sitio arqueológico es “Cullpe-esquina”, ubicado a casi un kilómetro de
distancia, de la carretera que une Pariamarca con Canta, en una saliente de la
estribación andina que corre paralelo al río Chillón. Su estado de conservación
es precario, debido a la presencia de ganado vacuno, y al crecimiento de la vegetación.
Esta condición dificulta describir su organización y una idea clara sobre su
posible uso. Pero podemos adelantar algunos aspectos resaltantes. En el risco
de los extremos de promontorio rocoso se visualizó un paramento adosado,
acondicionada a la pendiente vertical. En la falda se encuentran terrazas que
descienden por la ladera (Foto 3), con segmentos colapsados por la presión de
la vegetación y el descuido. Desde este sitio se tiene una vista amplia del
valle y de los antiguos asentamientos como Cantamarca.
Orccomarca,
el segundo sitio registrado, se encuentra mejor conservado. Este lugar se
caracteriza por la presencia de construcciones circulares, posibles viviendas,
asociadas a espacios abiertos a manera de patios, formando unidades que fueron
ocupadas por familias, según algunos estudiosos (Foto 4). Tres de las casi 30 a
40 construcciones contadas presentan la típica columna céntrica a manera de
pilastra, una pirámide trunca invertida (Foto 5), tal como el arqueólogo Carlos
Farfán las llamó al ser registradas estos elementos arquitectónicos en
Cantamarca. También en algunas construcciones se reportaron cámaras
rectangulares superpuestas con accesos independientes centrales orientadas al
interior de cada construcción (Foto 6). Este elemento ha sido asociado a
funciones funerarias, donde habrían descansado las momias, ancestros, de cada
familia. Una interpretación alternativa sugiere el uso de estas cámaras como
depósitos domésticos para el almacenamiento de productos agrícolas. Otro
elemento arquitectónico importante son los ductos verticales con pequeñas
cámaras internas (similares a un horno), a manera chimeneas (Foto 7). Además de
estas características, las cortas dimensiones de los accesos han sido un
aspecto que siempre ha llamado la atención de los pobladores canteños, quienes
incluso han interpretado ello como una manifestación de corta estatura de sus
antiguos ocupantes. Sabemos que el tamaño de los ingresos a los recintos habría
respondido a la necesidad de capturar el calor y evitar el descenso de la
temperatura interna del ambiente.
A
una mayor altura, y muy cerca de Orccomarca, se encuentra el sitio arqueológico
Pauca Alto, sobre la cima alargada del cerro del mismo nombre. Las
construcciones tienen una organización distinta al anterior sitio descrito,
pues no se observan patios y recintos orientados a estos, por el contrario,
presentan una disposición linear. Las construcciones independientes se encuentran
agrupadas en dos sectores. El primero, conformado por aquellas que tienen forma
circular o simplemente esquinas curvas, ubicadas en la pendiente de la ladera
norte de la colina. En un solo caso de este sector se conservó un acceso, semejante
a una ventana (Foto 8). En el segundo grupo, las construcciones igualmente
alineadas sobre la cresta de la colina tienen forma rectangular o ligeramente
trapezoidal cuyas esquinas son rectas. En solo dos casos se pudieron
identificar accesos, similares a ventanas.
Al
igual que los dos sitios arqueológicos anteriores, Orccomarca y Pauca Alto, Cordohuachanan
se ubica sobre el mismo accidente geográfico, pero a una altitud mayor, cerca
de los 4000 msnm. La distribución de las construcciones es distinta a los casos
anteriores, a pesar del precario estado de conservación, puede reconocerse
pocos recintos con una distribución dispersa, dejando un espacio llano sin
arquitectura, a excepción de muros bajos que generan divisiones a manera de
corrales.
Este
breve resumen solo pretende presentar una parte de la riqueza arqueológica de
la provincia de Canta. Estamos todavía lejos de tener una idea mejor sustentada
sobre qué funciones habrían cumplido los cuatro sitios mencionados, para lo
cual se necesitaría estudios arqueológicos detallados y sistemáticos. Si
Cullpe-Esquina pudo ser un punto de vigilancia, como un mirador; si Orccomarca fue
la antigua aldea prehispánica de Pariamarca, presumible desde la información
etnohistórica; si Pauca Alto fue un centro de almacenes (qolqas) relacionados a la ocupación Inka; o si Condorhuachanán
estuvo relacionado a la actividad pastoril; son preguntas que representan un
reto para futuros trabajos en pos de conocer mejor la historia y fortalecer la
identidad del pueblo canteño.
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